lunes, 6 de julio de 2015

EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL ES UNA ARTIMAÑA CABALÍSTICA

El matrimonio homosexual es una artimaña cabalista
6 julio, 2015


 El pseudo papa Francisco, con "los suyos" -los rabinos- quiso que el pasado Sínodo Mundial de Obispos aprobara el "matrimonio gay" en oposición a la Ley Divina: "No cometerás actos impuros". 

[Nacionalismo Católico San Juan Bautista] La mentira fundamental de la Cábala es que la realidad es una función del pensamiento. Por el contrario, a pesar de que su “magia negra” permita manipular nuestra percepción de la realidad, no puede cambiar la realidad en sí misma.
El papa (¿) "judío alemán Joseph Ratzinger Peintner: Benedicto XVI con su Mitra judía.
Sin embargo, invirtiendo lo que es bueno, natural y verdadero con el fin de rendir homenaje a su dios Lucifer, ellos van más allá en su deseo de vernos sucumbir a su poder satánico.
La legalización del “matrimonio” del mismo sexo implica necesariamente (si las palabras conservan algún sentido) que el “matrimonio” de personas del mismo sexo es fundamentalmente el mismo, es decir, es esencialmente la misma cosa que hasta hoy considerábamos como matrimonio. ¿Pero esto es realmente así? ¿Es realmente la misma cosa?
Una unión heterosexual y una unión homosexual no son lo mismo, ni siquiera puede ser considerada como equivalente. Cuando ponemos un hombre y una mujer juntos, se producen nuevas cosas. En primer lugar, un hombre y una mujer pueden ofrecer una unión genital en función de su complementariedad biológica. También pueden disfrutar de una unión personal más profunda sobre la base de cierta complementariedad psicológica especial, emocional, espiritual, que es posible gracias a la polaridad masculina y femenina.
Por último, la unión heterosexual se caracteriza por un potencial de procreación, es decir, la posibilidad de que su unión física involucre el surgimiento de una nueva vida.
En su lugar, estas características, que se consideran con razón como beneficiosas para el bienestar de los cónyuges, la estabilidad de la sociedad y el futuro de la civilización, están totalmente ausentes de relación homosexual. El matrimonio heterosexual es único y exclusivo.
Si hago una analogía brutal, cuando ponemos una llave y una cerradura correspondiente juntas, algo nuevo viene a la existencia: el poder para bloquear y desbloquear las puertas. Dos llaves o dos cerraduras son totalmente inútiles para este propósito. Claramente, la relación entre la cerradura y la llave es cualitativamente diferente de la relación entre dos llaves o dos cerraduras. De ninguna manera pueden ser considerados iguales.
Utilizar la misma palabra y el concepto para describir tanto el “matrimonio” heterosexual como el homosexual es un intento de redefinir la realidad cambiando nuestro lenguaje y nuestra ley.
Sería como declarar por ley que la figura hasta ahora conocida como un triángulo debe ser llamada cuadrado y debe ser tratada como un cuadrado. El cambio en la definición de un triángulo o el hecho de llamar cuadrados a los triángulos no puede funcionar.
Mientras que el interior de los ángulos del cuadrado debe hacer una suma de 360 de los ángulos interiores de un triángulo deben ser de 180 grados.
Estos estados de cosas son independientes de la percepción o las preferencias de cualquier persona y pueden ser conocidos por una certeza apodíctica.
De acuerdo con la misma lógica, a los bisexuales se les debe permitir formar un matrimonio legal de tres personas con un cónyuge del mismo sexo y un cónyuge del sexo opuesto. No se puede “discriminar” a los bisexuales ahora, ¿no? … Y si uno de los cónyuges también es bisexual… y así sucesivamente. Bueno, entonces podemos tener una larga cadena de matrimonios que, si pasase el tiempo suficiente, podría de hecho eventualmente abarcar un gran grupo de personas… “! El amor es hermoso!”
Todo esto es ridículo, pero eso es lo que sucede cuando se insiste en redefinir el matrimonio para servir a una agenda oculta (judío satánica), en lugar de insistir en el hecho de que nuestras palabras y conceptos se corresponden con el orden natural.
De hecho, creo que la agenda oculta detrás de la legalización del “matrimonio” del mismo sexo es diluir el significado del matrimonio con el fin de causar la destrucción de esta institución (y con ello la destrucción de la familia natural).
Recientemente he leído “Un mundo feliz” Nuestros líderes (los banqueros centrales internacionales) quieren asegurarse de que el individuo atomizado sea impotente contra el Estado. Por desgracia, estos banqueros tienen una visión global perniciosa para toda la humanidad. En palabras del fundador del Crédito Social, CH Douglas (1879-1952): “La mayoría de la gente tiene una resistencia natural a aceptar el hecho de que el ocultismo juega un papel importante en los asuntos mundiales Este es un gran error que es. Este es el principal oponente de la civilización cristiana. Las fuerzas que para ello disponen son probablemente amorales; pero la intención de las personas que lo utilizan es satánica. La cabala judía es una de sus principales raíces”.
Tom Bothwell, Le Développement de la Mondiale Dominación
Visto en: Spem in Allium
Traducción: A.T.



jueves, 5 de febrero de 2015

ENCÍCLICA ECCLESIA DE EUCHARISTIA. Conclusión y Bibliografía

CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
(Conclusión y Bibliografía)

CONCLUSIÓN

59. « Ave, verum corpus natum de Maria Virgine! ». Hace pocos años he celebrado el cincuentenario de mi sacerdocio. Hoy experimento la gracia de ofrecer a la Iglesia esta Encíclica sobre la Eucaristía, en el Jueves Santo de mi vigésimo quinto año de ministerio petrino. Lo hago con el corazón henchido de gratitud. Desde hace más de medio siglo, cada día, a partir de aquel 2 de noviembre de 1946 en que celebré mi primera Misa en la cripta de San Leonardo de la catedral del Wawel en Cracovia, mis ojos se han fijado en la hostia y el cáliz en los que, en cierto modo, el tiempo y el espacio se han « concentrado » y se ha representado de manera viviente el drama del Gólgota, desvelando su misteriosa « contemporaneidad ». Cada día, mi fe ha podido reconocer en el pan y en el vino consagrados al divino Caminante que un día se puso al lado de los dos discípulos de Emaús para abrirles los ojos a la luz y el corazón a la esperanza (cf. Lc 24, 3.35).
Dejadme, mis queridos hermanos y hermanas que, con íntima emoción, en vuestra compañía y para confortar vuestra fe, os dé testimonio de fe en la Santísima Eucaristía. « Ave, verum corpus natum de Maria Virgine, / vere passum, immolatum, in cruce pro homine! ». Aquí está el tesoro de la Iglesia, el corazón del mundo, la prenda del fin al que todo hombre, aunque sea inconscientemente, aspira. Misterio grande, que ciertamente nos supera y pone a dura prueba la capacidad de nuestra mente de ir más allá de las apariencias. Aquí fallan nuestros sentidos –« visus, tactus, gustus in te fallitur », se dice en el himno Adoro te devote–, pero nos basta sólo la fe, enraizada en las palabras de Cristo y que los Apóstoles nos han transmitido. Dejadme que, como Pedro al final del discurso eucarístico en el Evangelio de Juan, yo le repita a Cristo, en nombre de toda la Iglesia y en nombre de todos vosotros: « Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna » (Jn 6, 68).
60. En el alba de este tercer milenio todos nosotros, hijos de la Iglesia, estamos llamados a caminar en la vida cristiana con un renovado impulso. Como he escrito en la Carta apostólica Novo millennio ineunte, no se trata de « inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste ».(103) La realización de este programa de un nuevo vigor de la vida cristiana pasa por la Eucaristía.
Todo compromiso de santidad, toda acción orientada a realizar la misión de la Iglesia, toda puesta en práctica de planes pastorales, ha de sacar del Misterio eucarístico la fuerza necesaria y se ha de ordenar a él como a su culmen. En la Eucaristía tenemos a Jesús, tenemos su sacrificio redentor, tenemos su resurrección, tenemos el don del Espíritu Santo, tenemos la adoración, la obediencia y el amor al Padre. Si descuidáramos la Eucaristía, ¿cómo podríamos remediar nuestra indigencia?
61. El Misterio eucarístico –sacrificio, presencia, banquete –no consiente reducciones ni instrumentalizaciones; debe ser vivido en su integridad, sea durante la celebración, sea en el íntimo coloquio con Jesús apenas recibido en la comunión, sea durante la adoración eucarística fuera de la Misa. Entonces es cuando se construye firmemente la Iglesia y se expresa realmente lo que es: una, santa, católica y apostólica; pueblo, templo y familia de Dios; cuerpo y esposa de Cristo, animada por el Espíritu Santo; sacramento universal de salvación y comunión jerárquicamente estructurada.
La vía que la Iglesia recorre en estos primeros años del tercer milenio es también la de un renovado compromiso ecuménico. Los últimos decenios del segundo milenio, culminados en el Gran Jubileo, nos han llevado en esa dirección, llamando a todos los bautizados a corresponder a la oración de Jesús « ut unum sint » (Jn 17, 11). Es un camino largo, plagado de obstáculos que superan la capacidad humana; pero tenemos la Eucaristía y, ante ella, podemos sentir en lo profundo del corazón, como dirigidas a nosotros, las mismas palabras que oyó el profeta Elías: « Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti » (1 Re 19, 7). El tesoro eucarístico que el Señor ha puesto a nuestra disposición nos alienta hacia la meta de compartirlo plenamente con todos los hermanos con quienes nos une el mismo Bautismo. Sin embargo, para no desperdiciar dicho tesoro se han de respetar las exigencias que se derivan de ser Sacramento de comunión en la fe y en la sucesión apostólica.
Al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente conscientes de la magnitud de este don. A ello nos invita una tradición incesante que, desde los primeros siglos, ha sido testigo de una comunidad cristiana celosa en custodiar este « tesoro ». Impulsada por el amor, la Iglesia se preocupa de transmitir a las siguientes generaciones cristianas, sin perder ni un solo detalle, la fe y la doctrina sobre el Misterio eucarístico. No hay peligro de exagerar en la consideración de este Misterio, porque « en este Sacramento se resume todo el misterio de nuestra salvación ».(104)
62. Sigamos, queridos hermanos y hermanas, la enseñanza de los Santos, grandes intérpretes de la verdadera piedad eucarística. Con ellos la teología de la Eucaristía adquiere todo el esplendor de la experiencia vivida, nos « contagia » y, por así decir, nos « enciende ».Pongámonos, sobre todo,a la escucha de María Santísima, en quien el Misterio eucarístico se muestra, más que en ningún otro, como misterio de luz. Mirándola a ella conocemos la fuerza trasformadora que tiene la Eucaristía. En ella vemos el mundo renovado por el amor. Al contemplarla asunta al cielo en alma y cuerpo vemos un resquicio del « cielo nuevo » y de la « tierra nueva » que se abrirán ante nuestros ojos con la segunda venida de Cristo. La Eucaristía es ya aquí, en la tierra, su prenda y, en cierto modo, su anticipación: « Veni, Domine Iesu! » (Ap 22, 20).
En el humilde signo del pan y el vino, transformados en su cuerpo y en su sangre, Cristo camina con nosotros como nuestra fuerza y nuestro viático y nos convierte en testigos de esperanza para todos. Si ante este Misterio la razón experimenta sus propios límites, el corazón, iluminado por la gracia del Espíritu Santo, intuye bien cómo ha de comportarse, sumiéndose en la adoración y en un amor sin límites.
Hagamos nuestros los sentimientos de santo Tomás de Aquino, teólogo eximio y, al mismo tiempo, cantor apasionado de Cristo eucarístico, y dejemos que nuestro ánimo se abra también en esperanza a la contemplación de la meta, a la cual aspira el corazón, sediento como está de alegría y de paz:

« Bone pastor, panis vere,
Iesu, nostri miserere... ».
“Buen pastor, pan verdadero,
o Jesús, piedad de nosotros:
nútrenos y defiéndenos,
llévanos a los bienes eternos
en la tierra de los vivos.
Tú que todo lo sabes y puedes,
que nos alimentas en la tierra,
conduce a tus hermanos
a la mesa del cielo
a la alegría de tus santos”.

Roma, junto a San Pedro, 17 de abril, Jueves Santo, del año 2003, vigésimo quinto de mi Pontificado y Año del Rosario.

IOANNES PAULUS II
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(1) Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 11.
(2) Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 5.
(3) Cf. Carta ap. Rosarium Virginis Mariae (16 octubre 2002), 21: AAS 95 (2003), 19.
(4) Éste es el título que he querido dar a un testimonio autobiográfico con ocasión del quincuagésimo aniversario de mi sacerdocio.
(5) Leonis XXIII Acta(1903), 115-136.
(6) AAS 39 (1947), 521-595.
(7) AAS 57 (1965), 753-774.
(8) AAS 72 (1980), 113-148.
(9) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 47: « Salvator noster [...] Sacrificium Eucharisticum Corporis et Sanguinis sui instituit, quo Sacrificium Crucis in saecula, donec veniret, perpetuaret... ».
(11)Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 3.
(12) Cf. Pablo VI, El « credo » del Pueblo de Dios (30 junio 1968), 24: AAS 60 (1968), 442; Juan Pablo II, Carta ap. Dominicae Cenae (24 febrero 1980), 9: AAS 72 (1980).
(15) Homilías sobre la carta a los Hebreos, 17, 3: PG 63, 131.
(16) Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Ses. XXII, Doctrina de ss. Missae sacrificio, cap. 2: DS 1743: « En efecto, se trata de una sola e idéntica víctima y el mismo Jesús la ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, Él que un día se ofreció a sí mismo en la cruz: sólo es diverso el modo de ofrecerse ».
(17) Cf. Pío XII, Carta enc. Mediator Dei (20 noviembre 1947): AAS 39 (1947), 548.
(18) Carta enc. Redemptor hominis (15 marzo 1979), 20: AAS 71 (1979), 310.
(19) Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 11.
(20) De sacramentis, V, 4, 26: CSEL 73, 70.
(21) Sobre el Evangelio de Juan, XII, 20: PG 74, 726.
(22) Carta. enc. Mysterium Fidei (3 septiembre 1965): AAS 57 (1965), 764.
(23) Ses. XIII, Decr. de ss. Eucharistia, cap. 4: DS 1642.
(24) Catequesis mistagógicas, IV, 6: SCh 126, 138.
(25) Cf.Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 8.
(26) El « credo » del Pueblo de Dios (30 junio 1968), 25: AAS 60 (1968), 442-443.
(27) Homilía IV para la Semana Santa: CSCO 413/ Syr. 182, 55.
(28) Anáfora.
(29) Plegaria Eucarística III.
(30) Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, antífona al Magnificat de las II Vísperas.
(31) Misal Romano, Embolismo después del Padre nuestro.
(32) Carta a los Efesios, 20: PG 5, 661.
(33) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 39.
(34)« ¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo encuentres desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: “esto es mi cuerpo”, y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: “Tuve hambre y no me disteis de comer”, y más adelante: “Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer” [...].¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo »: San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de Mateo, 50, 3-4: PG 58, 508-509; cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987): AAS 80 (1988), 553-556.
(35) Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 3.
(36) Ibíd.
(37) Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, 5.
(38) « Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: “Ésta es la sangre de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras” » (Ex 24, 8).
(39) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 1.
(40) Cf. ibíd., n. 9.
(41) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 5. El mismo Decreto dice en el n. 6: « No se construye ninguna comunidad cristiana si ésta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía ».
(42) Homilías sobre la 1 Carta a los Corintios, 24, 2: PG 61, 200; cf. Didaché, IX, 5: F.X. Funk, I, 22; San Cipriano, Ep. LXIII, 13: PL 4, 384.
(43) PO 26, 206.
(44) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 1.
(45) Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Ses. XIII, Decretum de ss. Eucharistia, can. 4: DS 1654.
(46) Cf. Rituale Romanum: De sacra communione et de cultu mysterii eucharistici extra Missam, 36 (n. 80).
(47) Cf. ibíd., 38-39 (nn. 86-90).
(48) Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 32: AAS 93 (2001), 288.
(49)« Durante el día, los fieles no omitan el hacer la visita al Santísimo Sacramento, que debe estar reservado en un sitio dignísimo con el máximo honor en las iglesias, conforme a las leyes litúrgicas, puesto que la visita es prueba de gratitud, signo de amor y deber de adoración a Cristo Nuestro Señor, allí presente »: Pablo VI, Carta enc. Mysterium Fidei (3 septiembre 1965): AAS 57 (1965), 771.
(50) Visite al SS. Sacramento ed a Maria Santissima, Introduzione: Opere ascetiche, IV, Avelino 2000, 295.
(51) N. 857.
(52) Ibíd.
(53) Ibíd.
(54) Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Sacerdotium ministeriale (6 agosto 1983), III.2: AAS 75 (1983), 1005.
(55) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 10.
(56) Ibíd.
(57) Cf. Institutio generalis: Editio typica tertia, n. 147.
(58) Cf. Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 10 y 28; Decr. Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 2.
(59) « El ministro del altar actúa en la persona de Cristo en cuanto cabeza, que ofrece en nombre de todos los miembros »: Pío XII, Carta enc. Mediator Dei 20 noviembre 1947: AAS 39 (1947), 556; cf. Pío X, Exhort. ap. Haerent animo (4 agosto 1908): Pii X Acta, IV, 16; Carta enc. Ad catholici sacerdotii (20 diciembre 1935): AAS 28 (1936), 20.
(60) Carta ap. Dominicae Cenae, 24 febrero 1980, 8: AAS 72 (1980), 128-129.
(61) Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Sacerdotium ministeriale (6 agosto 1983), III. 4: AAS 75 (1983), 1006; cf. Conc. Ecum. Lateranense IV, cap. 1. Const. sobre la fe católicaFirmiter credimus: DS 802.
(62) Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo, 22.
(63) Carta ap. Dominicae Cenae (24 febrero 1980), 2: AAS 72 (1980), 115.
(64) Decr. Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros 14.
(65) Ibíd., 13; cf. Código de Derecho Canónico, can. 904; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 378.
(66) Decr. Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 6.
(67) Cf. Relación final, II. C.1: L'Osservatore Romano (10 diciembre 1985), 7.
(68) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 26.
(69) Nicolás Cabasilas, La vida en Cristo, IV, 10: Sch 355, 270.
(70) Camino de perfección, c. 35, 1.
(71) Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio (28 mayo 1992), 4:AAS 85 (1993), 839-840.
(72) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 14.
(73) Homilías sobre Isaías6, 3: PG 56, 139.
(74) N. 1385; cf. Código de Derecho Canónico, can. 916; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 711.
(75Discurso a la Sacra Penitenciaría Apostólica y a los penitenciarios de las Basílicas Patriarcales romanas (30 enero 1981): AAS 73 (1981), 203. Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Ses. XIII, Decretum de ss. Eucharistia, cap. 7 et can. 11: DS 1647, 1661.
(76) Can.915; cf. Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 712.
(77) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 14.
(78) Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, III, q. 73, a. 3c.
(79) Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio (28 mayo 1992), 11:AAS 85 (1993), 844.
(80) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 23.
(81) Carta a los Esmirniotas, 8: PG 5, 713.
(82) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 23.
(83) Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio (28 mayo 1992), 14:AAS 85 (1993), 847.
(84) Sermón 272: PL 38, 1247.
(85) Ibíd., 1248.
(86) Cf. nn. 31-51: AAS 90 (1998), 731-746.
(87) Cf. ibíd., nn. 48-49: AAS 90 (1998), 744.
(88) N. 36: AAS 93 (2001), 291-292.
(89) Cf.Decr. Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo, 1.
(90) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 11.
(91) « Haz que nosotros, que participamos al único pan y al único cáliz, estemos unidos con los otros en la comunión del único Espíritu Santo »: Anáfora de la Liturgia de san Basilio.
(92) Cf. Código de Derecho Canónico, can. 908; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 702; Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos,Directorio para el ecumenismo (25 marzo 1993), 122-125, 129-131: AAS 85 (1993), 1086-1089; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Ad exsequendam (18 mayo 2001): AAS 93 (2001), 786.
(93) « La comunicación en las cosas sagradas que daña a la unidad de la Iglesia o lleva consigo adhesión formal al error o peligro de desviación en la fe, de escándalo o indiferentismo, está prohibido por la ley divina »: Decr. Orientalium Ecclesiarum, sobre las Iglesias orientales católicas, 26.
(94) N. 45: AAS 87 (1995), 948.
(95) Cf. Decr. Orientalium Ecclesiarum, sobre las Iglesias orientales católicas, 27.
(96) Cf. Código de Derecho Canónico, can. 844 §§ 3-4; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 671 §§ 3-4.
(97) N. 46: AAS 87 (1995), 948.
(98) Cf.Conc. Ecum. Vat. II, Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo, 22.
(99) Cf. Código de Derecho Canónico, can. 844; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 671.
(100) Cf. AAS 91 (1999), 1155-1172.
(101) N. 22: AAS 92 (2000), 485.
(102) Cf. n. 21: AAS 95 (2003), 20.
(103) N. 29: AAS 93 (2001), 285.
(104) Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, III, q. 83, a. 4 c.